Reliqvia, o "lo que queda" de su derivado latino, rinde homenaje a un gran guardián de las reliquias de la Pasión de Cristo: la iglesia de La Croix en Senigallia, un pequeño pueblo costero italiano en la región de Marche. De su fachada de estilo renacentista emanan las primeras notas frescas de grosella negra mezcladas con naranja dulce y amarga, rematadas por cuatro pilastras. Cuando cruza el umbral de este lugar sagrado, entra el místico olor a nuez moscada, mezclado con el olor a madera de sus paredes. Finalmente, el incienso en toda su potencia embalsama hasta el artesonado de este lugar dedicado a la adoración diaria del Santísimo Sacramento. Reliqvia, con su frasco dorado que recuerda las paredes de madera de la iglesia decoradas con relieves barrocos, es el testimonio concreto de una existencia por encima de nosotros: la última huella del paso del Mesías por la Tierra. La custodia invaluable de los objetos sagrados nos recuerda que el tiempo es precioso y que corre el riesgo de ser consumido en el torbellino de la vida. Un velorio místico y mítico como el clavo de la Pasión.
Filippo Sorcinelli es un artista italiano excepcional. En 13, se convirtió en organista en las catedrales de Fano, Rimini, San Benedetto del Tronto, y más tarde, tomó cursos en el Instituto Pontificio de Música Sagrada y participó en prestigiosos festivales de música en Italia.