Hace 100 años, en 1925, D’Orsay lanzaba una fragancia icónica: Dandy. Complejo, ambicioso e innovador, este jugo suave mezclaba ron, whisky y frutos rojos como notas principales, seguidas de un corazón especiado de canela, nuez moscada, clavo de olor y cardamomo, para terminar en unas notas más profundas y amaderadas de tonka, tabaco, pachuli, madera de sándalo y benjuí. Esta asociación de una profunda innovación, hizo de Dandy un caso tipo.

Este año, D’Orsay encarga a Sodinie Lancesseur que reviste este producto icónico: de una fragancia dulce especiada conserva la quintaesencia de las especias y le añade una nota acidulada altamente presente. El cardamomo y la pimienta negra cosquillean las narinas como notas principales que la uva viene inmediatamente a calmar. En el corazón, el azahar tunecino equilibra al té negro. El cuero de fondo equilibra a su vez esta floralidad, en acuerdo con la madera de cedro y el pachuli. En definitiva, un cuero amaderado en el que el Dandy dulce de 1925 se convierte en un Dandy or Not Dandy G.A. picante y acidulado.

Picante y acidulado son, por otra parte, sus rasgos de carácter. Consagrado como tal hace 200 años, Alfred Grimaud, patronímico original de Alfred d’Orsay, constituye el arquetipo del dandy. Fascinante y seductor, no le gustan las convenciones. Superdotado y visionario, emancipado de todo protocolo, se sitúa entre una impertinencia amaderada y una elegancia de cuero. Una dualidad de materias noble y auténtica para mostrar con desenvoltura que es libre. Libre de elegir. De ser dandy o de no serlo.